AULAS SIN PAREDES
El Covid-19 y su impacto en la educación ha calado hondo y ha sincerado realidades que se mantenían asolapadas en el Perú. Ha desnudado la realidad educativa hasta dejarla sin paredes, duele.
En Chavín, Chincha, está Carlitos
que tiene 12 años y esperaba el 2020 entusiasmado. Ingresaba a la secundaria.
Pese a sus limitaciones, guardaba ansias por ir a la escuela. La educación
virtual no permite que reciba conocimientos. No tiene computadora, televisor,
ni equipo celular con el aplicativo del WhatsApp, solo una radio por donde
escucha Aprendo en Casa, sin embargo, hay días que ayuda a sus padres en la
chacra donde trabajan y esa radio no se enciende. Los profesores de su aula
lograron comunicarse con su padre, a través de un celular modesto que utilizan.
Refiere el padre que, las condiciones económicas no le permiten estudiar de
forma virtual a falta de una computadora donde pueda revisar las materias
desarrolladas, las tareas, los temas e interactuar con su docente. O tal vez,
una impresora para imprimir las clases y estar al corriente de las materias
desarrolladas a través del Facebook o WhatsApp. Acongojado el padre, se quiebra
de impotencia.
Del otro lado está Jorgito, en Llipata, Palpa. Tiene 14 años, su hermana 8 y otro hermano de 6 años. Todos
viven juntos en su precaria vivienda. Sí tienen un televisor en casa, pero no
una computadora menos una impresora. Utilizaban el celular de su papá para
recargarlo cada lunes con 3 soles y recibir sus clases, están predispuestos a
seguir estudiando, pero también aquí, hay limitaciones. Las clases
para los tres son por la mañana, solo uno puede recibir clases, entonces se
turnan o reciben el material en otro horario, sin la interacción con el
docente.
Los problemas en déficit de
conectividad y acceso a tecnologías de información y comunicación están ligados
a la pobreza y extrema pobreza que duele aceptar. Las brechas digitales a
puertas del bicentenario son funestas. Somos un país que ha demostrado
económicamente solvencia para resistir una pandemia. Siempre estuvo en
posibilidad de dar mejor calidad educativa y de salud, pero se resistió y se
inclinó a la corrupción.
Sólo en los últimos años las
pérdidas económicas por corrupción en el país oscilaron entre 1600 -1800
millones de dólares. En soles aproximadamente 4600 millones. Según los
expertos, este dinero equivale a la construcción de 180 colegios modernos; 36
hospitales de 200 camas o millones de de computadoras y tablets para
alumnos y docentes. A toda esta pérdida sumarle la incapacidad de gestión de
autoridades que dejaron sus cargos sin aportar en educación y la salud, hoy
aclamada.
Esa indolencia se mantuvo por
años, esa desidia con los más vulnerables, es consecuencia de lo que ahora
estamos viviendo. No es justo.
En Ayacucho, José Luis Pajares,
es un docente del nivel primaria que labora en la localidad de Acosvinchos,
cuenta; “yo tengo 14 alumnos entre quinto y sexto grado de primaria, de los
cuales me puedo comunicar con 4 de ellos y solo uno cuenta con televisor para poder
estudiar. Del resto no sé nada. Sus padres no cuentan con celulares para poder
comunicarnos con los menores, las señales de las operadoras de móviles, son
pésimas. No tenemos señal mucho menos para el
internet”.
El Estado siempre supo que la
tecnología y la conectividad por internet ya no eran el futuro, sino el
presente; sabían que tenían que invertir en educación y salud, como pilares
fundamentales. Pero los escandalosos casos de corrupción desde
los 90 y los últimos gobiernos embarrados con Odebrecht, son una cachetada a la
pobreza y extrema pobreza. Definitivamente priorizaron sus intereses y
pisotearon la necesidad de los más vulnerables, siempre golpeados donde recae garrotazos del perjuicio.
Según cifras del INEI, más de 6
millones de peruanos siguen viviendo en pobreza en el país, es decir un 20.5%
de la población total, de acuerdo al último informe la Evolución de la Pobreza
Monetaria.
Cuál es el reto que enfrentamos
en este escenario imprevisto en el sistema educativo, el desafío es de los
profesores, padres, alumnos y el Estado. Algo totalmente indiscutible es que la
educación virtual llegó para quedarse. Entonces, estamos en una transición
abrupta a una nueva forma de enseñanza, donde los más aporreados son los
alumnos de todos los niveles, inicial, primaria, secundaria, técnicos y
universitarios. Incluso en este último, en los nacionales aun no inician las
clases. Las universidades paupérrimamente no tienen la capacidad de ofrecer
clases virtuales y demanda una adaptación veloz y fragosa.
Jaime Saavedra, director global
de educación del Banco Mundial, aseguró que la tasa de deserción aumentará
drásticamente en jóvenes de secundaria y universidades. Economistas del Perú
han coincidido, los efectos del Covid-19 generarán más pobreza y extrema
pobreza.
La deserción de los estudiantes sería una fatalidad que el Estado debe evitar agotando esfuerzos. Dejarlos sin
regreso a las aulas sería más atroz. Agravaría más la crisis si los estudiantes
abandonan los colegios y universidades o se cierren más colegios. Repito, el
Estado debe redoblar medidas en ellos. Asegurar la educación es asegurar un
mejor país.
Se impone un nuevo método de
educación, con procesos de recuperación y de aprendizaje remoto. Reto que lo
asumen también los profesores. Los maestros intensifican sus métodos didácticos
y están constantemente generando estrategias para llegar con el mensaje y
lograr la interacción y retroalimentación. En los casos arriba contados en relación a Carlitos y
Jorgito, los apoyan con dictarles las clases por teléfono a cada
uno. Es un esfuerzo adicional que antes no se hacía. Reconozco y
valoro su trabajo hoy más que nunca.
Estos cambios y retos asumidos no
sólo es tarea del Estado. Lo que menos necesitamos es divisionismos,
populismo y corrupción. Necesitamos transparencia en la gestión pública, lo
pedimos a gritos.
Apropósito de transparencia, los congresistas desconocieron un Decreto de Urgencia para imponer su negativa a transparentar sus vínculos con particulares que tengan interés en la gestión del parlamentario. En pocas palabras no quieren que nos enteremos; para quiénes trabajan; cuáles son sus vínculos y por quiénes llegaron al Congreso, esa negativa para encubrir información que debe ser pública, nos recuerda a las ya conocidas leyes que solo benefician para determinado sector empresarial. No quieren hacerlo público. Qué esconden o qué temor tienen. ¿Acaso pasamos de un Congreso obstruccionista a uno populista con prioridades particulares y no de todo un país?, sobre todo, cuando intentamos sobreponernos a una pandemia.
Apropósito de transparencia, los congresistas desconocieron un Decreto de Urgencia para imponer su negativa a transparentar sus vínculos con particulares que tengan interés en la gestión del parlamentario. En pocas palabras no quieren que nos enteremos; para quiénes trabajan; cuáles son sus vínculos y por quiénes llegaron al Congreso, esa negativa para encubrir información que debe ser pública, nos recuerda a las ya conocidas leyes que solo benefician para determinado sector empresarial. No quieren hacerlo público. Qué esconden o qué temor tienen. ¿Acaso pasamos de un Congreso obstruccionista a uno populista con prioridades particulares y no de todo un país?, sobre todo, cuando intentamos sobreponernos a una pandemia.
Continuemos
resistiendo esta crisis sanitaria. Prevengamos, cuidémonos porque el Estado hace
rato dejó de hacerlo, permitiendo el pronto reinicio de las actividades (que no
están cumpliendo los protocolos). Siendo contraproducente con las pequeñas empresas, que no tienen las mismas facilidades. Analistas advirtieron que esta crisis ha golpeado a este sector microempresarial que los riesgos de quiebra son altos.
Está claro que postCovid-19 es
necesario reformas. En Educación, para darle mejor
calidad de vida a las familias peruanas y mejorar nuestro Perú. Los millones de casos e historias
de cada estudiante es una realidad que desnuda el sistema educativo dejando aulas sin paredes.
Luz Mery Canales Trillo
Periodista
CPP N° 271
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